Desde que descubrí Nara por primera vez, mi opinión siempre ha sido la misma: me parece una auténtica pena que la mayoría de viajeros sólo dediquen una mañana a visitarla desde Kyoto.
Y es que, además de ser la primera capital histórica de Japón, Nara ofrece muchísimo más que un Gran Buda y unos adorables ciervos que tienen bien aprendido que al inclinar su cabeza, recibirán comida.
Lejos de las multitudes que estamos acostumbrados a ver en los alrededores del templo Tōdaiji (el del Gran Buda) y de los turistas que buscan el selfie más entrañable junto a un pequeño ‘bambi’, se esconde la esencia del Japón más antiguo: un sendero que no solo conecta puntos geográficos, sino también tiempos remotos, creencias antiguas y la raíz espiritual del Japón. Se trata de la Yamanobe no Michi (山の辺の道), considerado el camino más antiguo de Japón.
Fue durante un viaje en solitario que hice en la primavera de 2023, cuando por casualidad, descubrí esta ruta nada conocida entonces (la prueba fue que no me crucé con ningún turista extranjero) y quedé completamente fascinada.
La Yamanobe no michi (山辺の道), literalmente, «el camino junto a la montaña», está considerado el sendero registrado más antiguo de Japón; mencionado en el Nihon Shoki, (720 d.C.), una de las crónicas históricas más importantes del país.
Esta antigua ruta conecta las ciudades de Tenri y Sakurai, siguiendo las de las estribaciones orientales de la cuenca de Nara, desde el pie del monte Miwa hasta el pie del monte Kasuga, a lo largo de unos 16 km, pero a diferencia de otros caminos de peregrinación como el Kumano Kodō o el Shikoku Henrō, esta ruta es breve, tranquila y fácilmente accesible, lo que la convierten en una joya escondida, perfecta para los amantes del Japón rural y la Historia.
Pero la Yamanobe no Michi no es sólo una ruta pintoresca a través de campos de arroz. Originariamente fue una arteria que alimentó el desarrollo temprano del Estado japonés.
Su origen se remonta al período Kofun (aprox. siglo III al VI d.C), cuando el concepto de Japón como nación aún no existía y el poder se disputaba entre clanes. Aquí, en la región de Yamato (la región que hoy corresponde a la prefectura de Nara), comenzó a gestarse la civilización japonesa tal como la conocemos cuando uno de estos clanes, el clan Yamato, acabó fundando la casa imperial.
Este sendero formaba parte de una antigua red de caminos que conectaban los principales asentamientos y centros de poder del Japón protohistórico. En una época donde aún no existía una capital permanente, la llanura de Nara era el centro neurálgico del país y caminos como el Yamanobe eran fundamentales para el transporte de bienes, el movimiento de ejércitos y también, para las peregrinaciones a lugares sagrados.
Sin embargo, con el paso de los años y el traslado de la capital a Nagaoka y luego a Heian-kyō (Kioto), el centro político y ritual se alejó de Nara, y la ruta perdió su importancia. Durante siglos cayó en el olvido, utilizada únicamente por campesinos y locales, hasta ser redescubierta en la era moderna, sobre todo desde el siglo XX, cuando arqueólogos e historiadores comenzaron a entender su importancia como uno de los caminos más antiguos aún transitables de Japón.
Espiritualmente, la importancia de la Yamanobe no michi, reside en su proximidad al Monte Miwa, uno de los primeros sitios sagrados del sintoísmo, la religión primitiva de Japón profundamente ligada a la naturaleza, según la cual, esta montaña está considerada en sí misma una manifestación de los kami (dioses).
El camino, por tanto, es una peregrinación a través del paisaje sagrado, una línea de conexión entre lo humano y lo divino. A lo largo del trayecto hay numerosos kofun (túmulos funerarios) dedicados a antiguos emperadores como el emperador Sujin Tennō, de quién se dice ser el primer emperador que ejerció un gobierno centralizado en Japón.
Además, la Yamanobe conecta una serie de santuarios de gran valor espiritual e histórico como el Ōmiwa Jinja, considerado como el santuario más antiguo de Japón.
Situado en Sakurai, se dice que es el santuario más antiguo de Japón y un pilar del sintoísmo primitivo. Su característica más representativa es que, al consagrar directamente al propio Monte Miwa, a diferencia del resto de santuarios, no posee un edificio principal para albergar al kami (honden), sino un torii triple (Mitsutorii 三ツ鳥居) como único elemento de separación entre la montaña y el santuario.
Este tipo de culto ancestral se conoce como shintai-zan (山体神), donde la montaña misma es el objeto de veneración.
En este artículo específico del santuario Ōmiwa tienes mucha más información.
Este santuario junto al Omiwa jinja, es conocido como un santuario de curación y a la izquierda del edificio principal, se encuentra una fuente de agua de la que se puede beber e incluso rellenar botellas.
Su agua está reconocida como ‘agua medicinal’ y promete ayudar en la curación de enfermedades. Incluso las linternas de piedra que se encuentran alrededor del santuario, han sido donadas por grandes compañías farmacéuticas.
Otro de los santuarios más antiguos de Japón, vinculado profundamente con la historia temprana de Yamato.
En su recinto, pueden verse gallos sagrados caminar libremente, al ser considerados mensajeros de los dioses.
El santuario consagra el lugar en el que se dice que la espada legendaria «Futsunomitama no Tsurugi» fue utilizada por el emperador para unificar Japón y lo cierto es que en 1874, durante una excavación, se descubrió una espada real que hoy en día descansa sin ser mostrada al público en el edificio principal del santuario.
A parte de esta espada, este santuario también custodia otros tesoros nacionales, como la espada de 7 ramas (Shichishito) creada en el 369 y mencionada en el Nihon Shoki, de la cual se dice que fue un regalo de un antiguo reino de Korea y utilizada como intrumento ceremonial y no como un arma.
Según el Nihon Shoki, el Hibara Jinja fue fundado cuando la princesa Yamatohime-no-mikoto, hija del emperador Sujin, recibió la misión de encontrar un lugar adecuado para adorar a la diosa del Sol Amaterasu, la deidad más importante de Japón. Durante su peregrinación, la princesa detuvo su camino en la ladera del Monte Miwa y estableció un altar temporal para rendirle culto. Ese lugar es el actual sitio del santuario Hibara.
Más adelante, el culto a Amaterasu fue trasladado a lo que hoy es el Gran Santuario de Ise, aunque hoy en día aún muchos lo consideran el Ise original (Moto Ise), el lugar donde comenzó todo.
Al igual que el cercano Ōmiwa Jinja, el Hibara pertenece a una antigua tradición en la que no se construyen edificios para albergar a los kami. En su lugar, se reverencia directamente un elemento natural —como una montaña, una roca o un árbol— como manifestación de la divinidad.
No sólo hay santuarios a lo largo de la Yamanobe no michi, también hay templos.
Se dice que este antiguo templo fue fundado por Kobo Daishi (Kūkai) durante el período Heian a petición del emperador Junna.
La Puerta Shoromon, que alberga un campanario en su parte superior, es la más antigua de Japón y está declarada Bien Cultural de Interés Histórico.
Además, se dice que la estatua sentada del buda Amida Nyorai, es la estatua budista más antigua de Japón que tiene ojos de cristal.
Rodeado de flores en primavera y colores intensos en otoño, el Chōgaku-ji representa un lugar ideal para detenerse, respirar y fundirse con el silencio del entorno.
Otros de los elementos más representativos que podemos encontrar al recorrer la Yamanobe no Michi, son los kofun, antiguos túmulos funerarios con forma de ojo de cerradura, construídos entre los siglos III y VII, expresamente para los individuos de alto rango del país.
Aunque no se puede acceder a su interior, resultan muy curiosos y sólo por su antigüedad y su misteriosa forma, merece la pena acercarse a echar un vistazo.
Ésta es una de las tumbas más antiguas de Japón, que con sus 280 metros de largo, data de mediados del siglo III.
Está situada en el extremo sur de las ruinas de Makimuku, que se dice que fue la sede del antiguo reino de Yamato y según la Agencia de la Casa Imperial, pertenece a la princesa Yamatotohimomosohime-no-Mikoto, aunque también existe la teoría de que puede tratarse de la tumba de ‘Himiko’, la reina de Yamataikoku.
Ambas construídas a finales del siglo IV, dicen ser los lugares de descanso de los emperadores Keiko y Sujin, los doceavo y décimo emperadores de Japón respectivamente.
Este mirador cercano al Omiwa Jinja, ofrece unas vistas espectaculares de las 3 montañas conocidas como las Yamayo Sanzan (los montes Miminashi, Unebi y Kagu) y del torii de 32 metros que marca el camino hacia el santuario y en primavera, es especialmente precioso cuando las diferentes variedades de cerezos están en plena floración y si te quedas a ver el atardecer, te regalará un escenario de película al ver desaparecer el sol tras las montañas.
Y hasta aquí esta breve presentación de la que para mí, es una de las rutas más interesantes desde el punto de vista histórico- cultural y accesibles teniendo en cuenta su cercanía con la ciudad de Nara, sus caminos fácilmente transitables y sus muchas zonas para descansar; por lo que no tienes que ser un experto o experta en senderismo para recorrerla.
Por todos estos motivos, desde que la descubrí, esta ruta es una de las experiencias imprescindibles en mis viajes en grupo a Japón y si estás buscando ideas para incluir en tu propio viaje, te la recomiendo sin lugar a dudas. No te arrepentirás!
Arigatō Gozaimasu por leerme y hasta la próxima! ¡Matane!