Okinawa, el archipiélago más septentrional de Japón, es mucho más que un paraíso tropical de aguas cristalinas. Su cultura, moldeada por siglos de historia, se distingue por una filosofía de vida única que prioriza la comunidad, la conexión con la naturaleza y la búsqueda de la armonía. Este enfoque no solo ha dado lugar a una de las poblaciones más longevas del mundo, sino también a un legado de sabiduría expresado en su lenguaje.
Cuando pensamos en Japón, solemos imaginar el idioma japonés estándar (hyoujungo, 標準語), pero cada prefectura tiene su propio dialecto con palabras únicas. Esto se acentúa mucho más en la prefectura de Okinawa, donde aún existe una riqueza lingüística única: el Uchināguchi (うちなーぐち).
Durante siglos, Okinawa fue un reino independiente conocido como el Reino de Ryukyu, con su propia cultura, tradiciones e idioma. Aunque hoy en día el japonés estándar es el más hablado en la región, el Uchināguchi sigue vivo en la identidad de Okinawa, especialmente en expresiones llenas de sabiduría y valores transmitidos de generación en generación.
A diferencia del japonés, el Uchināguchi tiene sonidos, vocabulario y estructuras gramaticales propias. Por ejemplo, mientras que “gracias” en japonés se dice arigatou (ありがとう), en Uchināguchi se dice nife debiru (にふぇーでーびる).
A lo largo de la historia, el pueblo okinawense ha cultivado valores como la resiliencia, el respeto por la vida y la gratitud, transmitiéndolos a través de expresiones que no solo reflejan su forma de ver el mundo, sino que también ofrecen valiosas lecciones que pueden inspirarnos en nuestra vida cotidiana.
En este artículo, exploraremos siete de esas inspiradoras expresiones de Okinawa que nos enseñan a vivir con gratitud, alegría y armonía.
La primera de esta lista es la palabra Yuimaru (結い丸) y su significado es un reflejo de la importancia del valor de comunidad para la cultura okinawense.
Se compone de dos elementos: yui (結い), que significa “unión” o “conexión”, y maru (丸), que representa un círculo, simbolizando un lazo sin principio ni fin, donde cada persona contribuye al bienestar de los demás. Yuimaru es una filosofía profundamente arraigada que se basa en la solidaridad, la cooperación y la interdependencia dentro de una sociedad.
En las comunidades rurales, por ejemplo, tradicionalmente los vecinos se ayudaban entre sí en la cosecha, la construcción de viviendas y otras tareas esenciales, sin esperar una compensación económica. Más que un intercambio de favores, Yuimaru es una muestra de cómo la cooperación fortalece los lazos entre las personas y asegura el bienestar de toda la comunidad.
Pero Yuimaru no se limita solo a las tareas agrícolas o manuales. Su influencia se extiende a todos los aspectos de la vida en Okinawa. La cultura de compartir alimentos con los vecinos, cuidar de los ancianos como si fueran parte de la propia familia, e incluso la actitud hospitalaria de los okinawenses hacia los visitantes, son reflejos de este principio.
A lo largo de la historia, Okinawa ha sido objeto de varias batallas y guerras, entre ellas la Segunda Guerra Mundial y los okinawenses se han visto en la necesidad de reconstruir la isla una y otra vez, por eso, este espíritu ha sido clave para que las comunidades se sostuvieran unas a otras, superando la adversidad con unión y apoyo mutuo.
Aplicar Yuimaru en la vida cotidiana trata de cultivar la mentalidad de ayuda desinteresada, de estar presente para los demás y de comprender que el bienestar personal está profundamente conectado con el bienestar colectivo. Un pequeño acto de generosidad, una mano amiga en momentos difíciles o simplemente compartir lo que tenemos con quienes nos rodean son maneras de traer Yuimaru a nuestra propia realidad.
Como ocurre en otras culturas, en la okinawense también existe una expresión para destacar la importancia de vivir en el presente. Ésta es Ima Nu Shiru (今ぬしる), que puede traducirse como “El conocimiento del ahora” o “Comprender el presente”.
Si dividimos sus caracteres nos encontramos con 3 partes:
•今 (Ima) significa “ahora”, representando el momento presente.
•ぬ (Nu) es una partícula posesiva en el dialecto de Okinawa, equivalente al no (の) en japonés estándar, que indica pertenencia o relación.
•しる (Shiru) proviene del verbo “conocer” o “percibir”, sugiriendo una comprensión profunda o una toma de conciencia.
Este concepto resuena con filosofías como el Ichigo Ichie japonés, el cual destaca que cada encuentro es único e irrepetibles, y con el Carpe Diem occidental, que anima a aprovechar el día sin dejarse paralizar por el mañana. Nos recuerda que el único tiempo verdaderamente tangible es el presente y que, en lugar de preocuparnos por el pasado o el futuro, debemos enfocarnos en lo que tenemos frente a nosotros.
Debido al ritmo acelerado de nuestro día a día, cada vez nos resulta más difícil centrarnos en el aquí y el ahora porque estamos siempre pensando en la siguiente meta, por eso, es importante volver de vez en cuando a estos conceptos para hacer una pausa, respirar y darnos cuenta de que la verdadera plenitud no está en lo que vendrá, sino en lo que estamos viviendo en el momento presente.
Otra expresión muy característica de Okinawa y llena de calidez, es Ichariba Chōdē (いちゃりばちょーでー), cuyo significado puede traducirse como “Si nos encontramos una vez, ya somos familia”.
Reflejando la profunda hospitalidad de los okinawenses, esta frase no es solo un dicho, sino una filosofía que promueve la conexión humana más allá de los lazos de sangre.
En Okinawa, las personas suelen tratar a desconocidos con la misma cercanía y amabilidad que a un viejo amigo. Ya sea un visitante, un recién llegado o alguien con quien se cruza en el camino, el espíritu de Ichariba Chōdē invita a acoger a los demás con un corazón abierto, sin importar el origen o las circunstancias.
Este concepto también resuena con la importancia de la comunidad en Okinawa. En un entorno donde la vida en grupo y el apoyo mutuo han sido esenciales para la supervivencia, la idea de que cualquier encuentro puede convertirse en una nueva amistad o incluso en un vínculo familiar es un reflejo de la calidez que define la isla.
El mensaje de Ichariba Chōdē nos recuerda que, en un mundo donde cada vez valoramos menos las conexiones humanas, cada persona con la que nos cruzamos tiene el potencial de convertirse en alguien significativo en nuestras vidas. Nos invita a recibir a los demás con confianza y generosidad, porque, después de todo, las relaciones más valiosas pueden empezar con un simple encuentro.
En Okinawa, donde la longevidad y la alegría de vivir son parte esencial de su cultura, existe una hermosa expresión que encapsula la idea de bienestar: Nuchigusui (ぬちぐすい). Literalmente, puede traducirse como “medicina para la vida” o “el remedio para el alma”, y se utiliza para describir todo aquello que nutre no solo el cuerpo, sino también nuestro espíritu.
Para los okinawenses, Nuchigusui puede ser muchas cosas: una comida preparada con amor, una conversación con seres queridos, la belleza de un paisaje natural o incluso un simple gesto de amabilidad. No se trata solo de la salud física, sino de aquello que nos llena de vitalidad y nos da felicidad.
Esta filosofía nos recuerda que en medio de tanto estrés y prisa, el bverdadero bienestar procede sobre todo de los pequeños momentos que nos hacen sentir vivos.
Así que la próxima vez que disfrutes de una comida deliciosa, una risa sincera o la paz de un atardecer, recuerda que estás recibiendo un poco de Nuchigusui, el remedio más poderoso para el alma.
Entre las expresiones más significativas de la cultura de Okinawa también se encuentra Nuchidutakara (ぬちどぅたから) destacando por su poderoso mensaje: “La vida es el tesoro más valioso” y se ha convertido en un lema de paz característico de estas islas.
Su origen histórico se remonta a cuando aún formaban el antiguo Reino Ryukyu (1429-1879). Durante este periodo, el reino se destacó por su espíritu pacífico, evitando conflictos militares y fomentando el comercio con China, Japón y otros países del sudeste asiático. Se dice que esta expresión surgió en los discursos de los emisarios reales y en textos filosóficos para reforzar la idea de que la verdadera riqueza de una nación no reside en su poder militar ni en sus bienes materiales, sino en la vida de su gente.
Siglos después, durante la Segunda Guerra Mundial y en especial en la devastadora Batalla de Okinawa, Nuchidutakara volvió a resonar con fuerza. En medio del sufrimiento y la destrucción, la frase sirvió como un recordatorio de que nada es más importante que sobrevivir y proteger a los seres queridos. Desde entonces, se ha transmitido de generación en generación, adaptándose a los tiempos modernos, pero manteniendo su esencia de respeto y gratitud por la vida.
Hoy en día, Nuchidutakara sigue estando presente en la forma en que los okinawenses llevan su día a día. Se refleja en su alimentación saludable, en la importancia que dan a la comunidad y en su actitud resiliente ante la vida. Es un mensaje que trasciende Okinawa y nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades: en un mundo donde el éxito muchas veces se mide en términos materiales, esta expresión nos recuerda que el mayor tesoro que poseemos siempre será la vida misma.
En Okinawa, de forma tradicional, se realizan celebraciones públicamente en momentos importantes de la vida y uno de ellos son los s cumpleaños, conocidos como «Tushibi»en el dialecto de Okinawa.
Hay varios tushibi a lo largo de la vida: Las edades que se celebran son los 13 años, 25, 37, 49, 61, 73, 85 y 97 coincidiendo con el horóscopo tradicional chino y Kajimaya es la celebración final que conmemora la longevidad de 97 años.
Todos los tushibi se celebran a principios de Año Nuevo según el calendario lunar, excepto el kajimaya, que se celebra el 7 de septiembre.
Originalmente, cumplir 97 años no era motivo de celebración porque se pensaba que era una edad de mala suerte, pero poco a poco, la idea fue evolucionando y hoy en día el Kajimaya se reconoce como «la máxima celebración de la longevidad».
Pero el aspecto más bello y entrañable detrás de esta palabra, es que ‘kajimaya’ en dialecto uchinaguchi, significa molino de viento (el típico con el juegan los niños), partiendo de la idea de que a medida que las personas envejecen vuelven a su infancia.
En algunas zonas de Okinawa, para la celebración del Kajimaya se organizan grandes desfiles con coches descapotables decorados en los que van los homenajeados, acompañados de una canción infantil de Okinawa llamada «Hananu Fusha», al ritmo de los tambores sanshin y taiko.
Por otra parte, los asistentes, tanto adultos como niños, se colocan a ambos lados del desfile portando molinos de viento y pueden darle apretones de mano a los protagonistas para que les compartan su longevidad.
Tras el desfile, generalmente se realiza otra gran celebración, bien en un centro comunitario local o en otro lugar.
Para cerrar esta lista de preciosas expresiones okinawenses, ninguna mejor que la internacionalmente famosa Nankurunaisa (なんくるないさ), catalogada además como una de las palabras más hermosas del mundo.
Aunque realmente, Nankurunaisa es sólo una parte de una frase más larga en el dialecto Uchinaguchi:
“Makutu soke Nankurunaisa”(まくとぅそーけーなんくるないさ), que significa “Si vives con sinceridad y haces lo correcto, con el tiempo todo saldrá bien”.
Esta expresión refleja una filosofía de vida basada en la confianza, la perseverancia y la conexión con el flujo natural de las cosas. Los okinawenses la han aplicado durante siglos, especialmente en momentos difíciles, como guerras, crisis económicas y desastres naturales. Es un recordatorio de que, aunque hoy enfrentemos dificultades, la vida siempre sigue su curso y, con el tiempo, encontraremos una solución.
Este espíritu optimista se refleja en la forma en que los habitantes de Okinawa enfrentan la vida. En lugar de dejarse llevar por el estrés o la preocupación excesiva, mantienen una actitud relajada, confiando en que cada problema encontrará su camino.
En nuestro día a día, Nankurunaisa nos invita a soltar el control sobre aquello que no podemos cambiar, confiar en el proceso y recordar que, sin importar cuán difícil sea el presente, el futuro siempre trae nuevas oportunidades.
Así que la próxima vez que sientas que la vida te abruma, respira hondo, repite esta hermosa expresión y sigue avanzando con la confianza de que al final, todo se acomoda a su debido tiempo.
¿Qué te han parecido estas expresiones y sus mensajes? ¿Las conocías todas? ¿Te ha gustado alguna en particular?
Espero que te ayuden a enriquecer tu espíritu y a tomar consciencia de aquellos aspectos de la vida que damos por sentado.
¡Nos leemos en el próximo artículo!
¡Matane!